Aunque el tiempo se nos presente como una línea de acontecimientos que vienen desde el pasado y van hacia el futuro, son constantes los momentos en los que podemos experimentar la existencia de un tiempo circular, en el que lo que termina vuelve a comenzar, se repiten circunstancias que ponen a prueba el aprendizaje y nos vemos parados en el mismo lugar, pero siendo diferentes.
El día y la noche, las fases de la luna y las cosechas, las cuatro estaciones, son una muestra del ritmo cíclico de la naturaleza, así como los ciclos hormonales, las etapas de la vida y los cambios de humor que experimentamos en nuestra vida. La sociedad en su conjunto tampoco es ajena a estos ciclos y vemos cómo la economía se contrae y se expande a través de los años como si fuera un gran ente vivo y hasta las mismas pandemias se presentan cada cierto tiempo.
Atendiendo a esta circularidad natural, migrar un invento humano como la economía y sus modelos hacia un enfoque circular puede suponer integrarla mejor al fluir de la vida. Si bien la economía circular no está libre de que se presenten auges y recesiones, sí contribuye a tener un mayor control de las materias primas, generar ahorros en producción y consumo final, reducir la presión sobre el medio ambiente, creación de empleos, apertura a nuevos modelos de negocio más equitativos e incluyentes.
Aunque se han hecho muchos esfuerzos en impulsar la economía circular, la crisis actual que vivimos es una gran oportunidad de generar nuevas ideas y modelos de negocio que nos ayuden a reinventarnos más rápidamente con un enfoque más de largo plazo. Estamos en un punto de contracción que puede impulsarnos a que la expansión sea más sostenible y positiva. La innovación, la creatividad, la solidaridad y el respeto por la naturaleza son claves a la hora de lograr este propósito.
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